Editorial: IMPEDIMENTA
Igual que la literatura puede
ser clásica, también puede serlo el miedo. Cuando comenzamos a leer
La casa y el cerebro nos envuelve esa sensación de
temor antiguo. Nada de sobresaltos desconectados, nada de recovecos
psicológicos que atrapan con la ansiedad impaciente a que llegue el
fin. Es el miedo pausado y conocido, como cuando éramos pequeños.
Un desasosiego calmado que nos permite masticar la historia paso a
paso, sin ganas de llegar al desenlace, porque el verdadero miedo se
halla en el paseo por sus victorianas páginas.
La casa y el cerebro
es una historia de fantasmas, clásica a la vez que original. El
protagonista narra su experiencia al pasar la noche junto a su
sirviente y su perro en una casa londinense que dicen está
encantada. Descubre unas misteriosas cartas escritas treinta y seis
años antes, una habitación aparentemente vacía y escondida y
experimenta una serie de sucesos sobrenaturales durante esa larga
noche. Todo ello lo llevará a investigar y querer dar explicación
racional a lo vivido. Un extraño hombre ( y su cerebro) parecen ser
la clave a los misterios que esconde la casa.
A la altura de Lovecraft y en
el círculo íntimo de Dickens, Bulwer-Lytton representa a uno
de los mejores fabuladores ingleses del siglo XIX. La casa y el
cerebro se considera una obra maestra de la literatua
sobrenatural y según Lafcadio Hearn, la mejor historia de
fantasmas de la lengua inglesa. En
definitiva, un relato clásico en forma y contenido, pero tan actual
como sólo puede serlo la buena literatura, esa que tan bien
selecciona Impedimenta.
Porque esta reseña no va
dedicada sólo a las buenas letras de Bulwer-Lytton,
hay que hacer especial mención al envoltorio, a la parte física de
esta joya literaria, que ya desde su portada invita a tocar el libro
con cuidado y con miedo, aunque esta vez el temor es a estropearlo.
Maravillosa ilustración de portada como anticipo a un relato
fantástico y excepcionalmente traducido. Impedimenta ama los
libros, rescata obras maestras y las muestra tan apetecibles que no
podemos dejar de quererlas todas, cosa que los lectores empedernidos
agradecemos casi a un punto delirante. Los buenos libros, cuando son
en todos los aspectos, son mejores libros. La casa y el
cerebro es un buen ejemplo.
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