Editorial: SIRUELA
Desde que descubrí recientemente Una
madre y a su autor, sufrí una de esas conexiones afortunadas entre
personas que a veces, la vida nos regala. Alejandro
Palomas me resultó empático, cercano y con esa capacidad que envidio
profundamente: transmitir emociones a través de letras. No sólo entenderlas,
también interiorizarlas como propias. Sin duda, una suerte que esta novela se
cruzara por mi camino de lectora para desde ese instante, caer rendida ante el
buen hacer de Alejandro. Pocas veces, justo después de descubrir un autor,
quiero repetir de inmediato. En este caso me faltó tiempo para tener entre mis
manos Agua cerrada, obra anterior y de un cariz aparentemente
opuesto, pero que si miramos un poco más allá, lo fundamental (tanto en la vida
como en los libros) es común a ambas. Tendréis que descubrirlo.
Elsa invita a su hijo Isaac a un
viaje de tres días por Venecia, ciudad emblemática para los protagonistas. En
dicha escapada no está incluida la mujer de éste, Serena, ya que en él su
suegra quiere desvelar al hijo una verdad que lleva ocultando durante décadas.
En el transcurso del viaje ocurre un trágico suceso que romperá los planes de
la madre y Serena tendrá que acudir a la ciudad de los canales portando con
ella una nueva confesión que cambiará el devenir de los acontecimientos. Una
continua adaptación al destino, a las personas y las decisiones que tomamos por
nuestra cuenta, o las que se presentan sin avisar.
Cuando acabo la lectura de Agua
cerrada, la primera palabra que me suscita es Poesía. Si algo destaca por encima de lo demás en esta novela es la
narrativa utilizada: intensa, profunda, a veces compleja y con unos matices
líricos transformados en diálogos y reflexiones quizá oscuros, de hondos que
son. A sus ciento setenta páginas no le sobra absolutamente nada y no os
imagináis cuánto lleva dentro. Por ello, no hay que tomar su lectura a la
ligera. Se hace necesaria la mayor de las atenciones para poder captar todo su
sentido, ya que está contada con las tres voces de sus personajes. Enriquecimiento
fantástico a la historia por la diversidad propia de distintos puntos de vista.
Creo que es de esas novelas que cada vez que se releen descubrimos algo nuevo
que anteriormente pasamos por alto. Por todo esto, Agua cerrada hay que
leerla como si de poesía se tratase: Tranquilos, lentos, sin intromisiones ni
amago de alegría. La historia que nos cuenta Alejandro Palomas desgarra al lector y lo lleva muy adentro, entre
lazos familiares mal construidos, pero no rotos, en la lucha por segundas
oportunidades truncadas y con lo que más me gusta de él, reflexiones sobre lo
importante, el amor. Para mí, Agua cerrada es poesía hecha prosa.
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