Mi blog

El que tiene un porqué encuentra el cómo.

martes, 28 de enero de 2014


EL PACIENTE.  Juan Gómez-Jurado 

EMPATÍA. Término más que valorado por los de mi profesión. A los psicólogos nos encanta utilizarla, estudiarla y como no podría ser de otra manera, llevarla a cabo. No todo el mundo tiene la capacidad cognitiva de ponerse en el lugar del otro, sentirse como la persona que tiene delante y entender sus sentimientos, acciones y emociones como si fuesen propios. Pues todo esto, es lo primero que ha conseguido en el lector, Juan Gómez-Jurado al escribir El Paciente.

Esta obra es capaz de trasladarnos al entorno, la situación y las reflexiones e incertidumbres del protagonista, casi sin esfuerzo por parte del que la lee. He cerrado sus páginas (sólo cuando era estrictamente necesario) y no he dejado de pensar qué haría yo en el lugar del protagonista si me encontrase en ese conflicto sentimental y moral por el que él pasa. Os aseguro que he sentido su miedo, su angustia y hasta su sensación de pérdida. Definitivamente, a esto se le llama Empatía, y que un escritor sea capaz de contagiárnosla a través de letras, sólo puede significar que es muy bueno... Esa sensación de: "Dios, pero ¿qué pasa ahora?, ¡No quiero ni puedo dejar de leer!" Y al mismo tiempo la contradicción de: "Por favor, que no termine ya. Qué será de mí cuando acabe la historia..." Muy pocos libros me despiertan esta paradoja. El Paciente se lleva todos los honores.

El doctor David Evans es un prestigioso y honrado neurocirujano, recientemente viudo y con una hija pequeña, Julia. Se encuentra en  uno de las peores momentos de su vida cuando además, es elegido para la intervención más importante de su carrera: operar al presidente de los Estados Unidos de América. Un psicópata (señor White, personaje a tener muy en cuenta) empleado por otros superiores, secuestra a la hija del doctor como moneda de cambio. O muere el presidente en la mesa de operaciones, o mata a la pequeña Julia. A partir de este momento, Evans cuenta con tan sólo 63 horas sin descanso para actuar en función de sus sentimientos y convicciones, con la ayuda incondicional de su cuñada Kate. 63 horas donde el lector también se quedará sin aliento acompañando al doctor en los diversos avatares que recorre buscando la mejor salida posible.

Juan Gómez-Jurado emplea una narrativa ágil, rápida, sin preámbulos. Cada frase es importante en el desarrollo de la historia. No hay nada descrito al azar, todo es funcional. Es una acción continua. La descripción de los personajes, sus perfiles psicológicos y emocionales nos hacen sentirlos como personas reales. La capacidad de perfilar a la perfección la personalidad de sus protagonistas es lo que más me fascina (en ésta y en todas sus obras) de la pluma de Juan Gómez-Jurado. Todo ello, acompañado de las maravillosas explicaciones médicas, hace que El Paciente, sea una lectura apasionante y desgarradora, pero también muy instructiva.

Yo, que me vanaglorio, de haber leído toda la obra del autor, tengo que decir que para mí, hay un antes y un después de El Paciente. Ninguna de sus novelas me han defraudado, de hecho, los que me conocéis, pensaréis que esta buena crítica estará muy mediatizada por el amor que le profeso a sus libros. Os aseguro que antes de abrir la primera página me prometí ser objetiva y no sucumbir a sus anteriores "encantos" si ésta no me gustaba. Pero es que no ha habido opción. El Paciente es una obra maestra de la intriga, la conspiración, de los sentimientos y valores emocionales. Su argumento es adictivo y su narrativa es cuidada y directa. ¿Quién da más?
Todo lo demás os invito a descubrirlo, pero no me resisto a mencionaros un fragmento de la página 80 (si el autor me lo permite) que no he olvidado desde que lo leí:

"Es curioso como la felicidad pura, sin adulterar, no deja poso en nuestros corazones, mientras que las aguas turbias de la tristeza manchan por doquier"

El Paciente no es una historia para leer. Es una historia para reflexionar, sentir y admirar en un sitio privilegiado de nuestra mente y nuestra biblioteca. "Mi Paciente" ya tiene su lugar reservado al lado de los grandes en ellas.
 
 

El Paciente de Juan Gómez-Jurado

martes, 21 de enero de 2014


LA LETRA PEQUEÑA DEL DESEO. Eduardo Gambetty
 

A todos nos hace falta en medio de esta ajetreada vida de incertidumbre, estrés y problemas de todos los colores, sentarnos a coger aire, poner la mente a descansar y si de paso conseguimos sentir, con una sonrisa en la cara, que nuestros problemas vitales son comunes al del resto de los mortales, mejor. Os aseguro que esto es lo que se siente con La letra pequeña del deseo entre las manos. Eduardo Gambetty nos trae una novela de superación del drama cotidiano cargada de humor sarcástico. Ironía bien empleada a merced de sentimientos y emociones encontradas que aparecen cuando nuestro mundo, confortablemente construido a base de esfuerzo y creencias, en un instante se derrumba. Es entonces cuando sólo cabe una salida: la temida “Empezar de nuevo”.

Con la historia que el autor nos presenta, se recorre el principio del camino de una nueva vida. Donde las expectativas de que el suelo de este camino esté moquetado con brasas enrojecidas, como si de una bajada al infierno se tratase, hace que poco a poco, esa andadura no sea tal. Y se vaya construyendo con experiencias, personas y emociones nuevas, hasta ahora nunca vividas. La inseguridad transformada en acción, valentía y autoconocimiento.

Susana es una mujer de treinta y ocho años profesional, inteligente y atractiva. Casada con Edward. Ambos tienen una hija, Paula y viven en Londres. Su vida es de lo más estable y satisfactoria hasta que descubre que su marido tiene una relación con una joven modelo y éste decide comenzar una nueva vida con ella. Susana tiene por delante la gran aventura de empezar de nuevo. Volviendo a su ciudad natal, Madrid, y reencontrándose con personas y también fantasmas del pasado a los que hacer frente para ir superando la dura prueba vital del abandono.

Tengo que hacer especial mención a la relación destacada con su madre. Defensora a ultranza de la moral católica a la par que señora frustrada y sufridora por convicción. Puede sonar a todo menos gracioso. Pues no es posible explicar cuánto me he divertido con ella hasta que no leáis la novela. (Creo que releeré el capítulo III cada vez que tenga un mal día).

Susana descubrirá nuevos horizontes en su vida. Tanto en el plano emocional como en el sexual y como pretendo que leáis La letra pequeña del deseo, sólo haré hincapié en dos aspectos que de ninguna manera voy a dejar pasar:

El primero es la gran sensibilidad con la que el autor se mete en la piel de una mujer. En sus sentimientos, pensamientos y hasta autoestima. Yo que lo soy (mujer) me he sentido muy identificada y esto sólo puede significar que está bien escrita.

El segundo aspecto que quiero que conozcáis es el detalle de que cada capítulo esté encabezado por una canción protagonista de la historia narrada. Y como lo bueno se hace esperar, me quedo con la del último: How I wish you were here de Pink Floid (Cómo me gustaría que estuvieses aquí). Deléitense…

Si tengo que ponerle un “pero” a la novela, será en que algunas escenas sexuales (las hay y muy explícitas) no he acabado de ver que fuese una mujer la que las describía. Pero el sexo es algo muy personal y subjetivo. Incluso no hay por qué identificarse según el género. Hay tantas sensibilidades sexuales como personas.

La letra pequeña del deseo es una historia común, donde cualquiera podemos ser el protagonista. Con una narrativa ágil, fácil de leer, como si de una conversación con una amiga se tratase. Donde además de comprobar cuánto se repiten las emociones y sentimientos, también podemos echar unas cuantas risas con el humor tan característico de Eduardo Gambetty.

Sólo me queda agradecer a Eduardo el que haya compartido conmigo este “mar de sensaciones”.

Os recomiendo esta mirada al futuro, al optimismo y a la libertad: La letra pequeña del deseo.
 
La letra pequeña del deseo de Eduardo Gambetty

domingo, 12 de enero de 2014


AMISTAD DE JUVENTUD.  Alice Munro

 

En alguna ocasión he comentado que la publicidad de los diferentes premios que se otorgan en literatura, conmigo funciona. Siempre me apetece leer a los ganadores y finalistas del Premio Planeta, o al ganador/a del Nadal y como no podría ser de otra manera, cualquier Premio Nobel de literatura que caiga en mis manos es bien recibido. Si además no lo conozco previamente, mejor. Más inquietud por conocer sus letras y el porqué de ese galardón (con el que podré o no estar de acuerdo después de su lectura). Pero el efecto publicitario cumple con su función. Es el caso de la reseña que aquí os traigo. Alice Munro es la flamante última Premio Nobel de Literatura y os confieso que, hasta que se falló el premio,  jamás había oído hablar de ella. Probablemente porque el género de los relatos cortos o cuentos nunca me han llamado la atención. ¿Qué mejor momento para conocerlo? Y aquí estoy con mi libro, Amistad de juventud, recién leído y aún dándole vueltas a todas las sensaciones que en mí han generado los diez relatos que componen este casi tratado sobre las experiencias humanas.

Todos ellos tienen mucho en común y a la vez tantas diferencias que parece que no hayan salido de la misma pluma. Algunos relatos me han marcado tanto que no puedo quitármelos de la cabeza (y del corazón), mientras que otros, reconozco han pasado desapercibidos por mi retina y mi mente.

Lo que no deja lugar a dudas es que la forma de escribir de Alice Munro marca una tendencia literaria que hasta ahora no había descubierto. Te sumerge en una continua y angustiosa melancolía con sus historias, cargadas de sabiduría y poesía, con una profundidad emocional tan humana, tan presente en todos y siempre…

Ese halo de tristeza contenida sobrepasa las páginas y te acerca a tus propios fantasmas, que si los tenías guardados bajo llave, vuelven a aparecer inundándolo todo.

Los relatos de Alice Munro no se pueden leer en cualquier momento ni de cualquier manera. Es una lectura intensa, profunda, donde la concentración en el hilo de la historia no se puede perder en un solo renglón porque hará que la historia pierda sentido. Así que queridos lectores, os propongo que elijáis un momento de total calma, con buena fortaleza emocional, para que dicha melancolía no os atormente más allá del cierre de la última página.

Todos los relatos que componen este libro tienen una media de treinta páginas y es difícil de explicar y de creer (hasta que lo comprobéis) cómo cada uno de ellos encierra historias complejas, largas, llenas de descripciones exhaustivas y detallistas que aparentemente no deberían caber en tan poco espacio. ¿Cómo es posible que en tan pocas páginas sea capaz de introducir tanta información como si de una novela se tratase y que siempre haya una historia completa en cada uno de sus relatos? Les aseguro que hay una maestría en estos cuentos que hace que Alice Munro tenga más que merecido su galardón.

Todos están ambientados en Canadá en la primera mitad del siglo XX. Nos describe ambientes, cultura y formas de vida alejados de los nuestros y sin embargo, se repiten decisiones vitales y lecciones morales que en absoluto  se diferencia de las trabas que encontramos actualmente en nuestro día a día. Sus finales invitan a la reflexión, como todos los grandes maestros de la literatura, hace que los lectores pongamos nuestro pequeño granito de arena con la percepción y decisión final con la que queramos concluir sus historias.

Yo me quedo especialmente con tres de estos relatos:

“Naranjas y manzanas”

“Oh, de qué sirve”

“El día de la peluca”

Describen vidas, sueños y deseos de gente normal (casi vulgares) que toman decisiones, a veces incomprensibles, con las que moldean su propia existencia hasta convertirlas en vidas mediocres marcadas por el anhelo de lo que ya no es o quizás, nunca fue.


El mundo del relato se abre ante mis ojos. Mi amor por la literatura acaba de enriquecerse gracias a él y a la mano maestra de Alice Munro. Os invito a descubrir a la mejor de las “cuentistas”.
 
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