
Media vida de Care Santos. Una reseña de Mercedes Suero
Editorial: Destino
No hay que negar que el reclamo de
los premios literarios son un pequeño imán atrayente a lecturas que de otra
manera, igual nos pasaban de largo, pero siempre he pensado, con este
romanticismo literario del que no me desprendo, que si una historia gana un
premio merecerá la pena. Gracias a esta ilusión (muchas veces engañosa) ha
llegado a mis manos Media vida con menos entusiasmo del que merecía. Se le puede
tachar de estereotipada y algo previsible, pero lo que no se puede discutir es
que dentro de ese común denominador de historias de posguerras y mujeres en
estado de construcción, hay algo que es distinto, quizás una narración especial
que consigue atarnos a esos cinco personajes de los que queremos saber más,
hasta el más mínimo detalle aunque ni siquiera interfiera en la trama. Más de
cuatrocientas páginas que me he tragado en dos tremendos sorbos y que no han
conseguido acabar con mi sed. Parece que el final cierra la intención de la
historia, pero vaya por delante mi más ferviente proposición a Care Santos a que tenga en cuenta el
poder de estas mujeres, de sus vidas, para seguir hablándonos (escribiendo) sobre
ellas.
Todo comienza en un internado de
monjas allá por el año 1950. Cinco chicas entre muchas sobreviven cada cual con
sus circunstancias en este centro de moral tan estricta como distraída. Julia
es la única que no tiene familia y ha sido criada en el colegio a merced y
servidumbre de las monjas. Una noche cualquiera será el comienzo de la nueva
vida de todas ellas y en especial de Julia, que es separada de sus compañeras
tras ser descubierta en un juego peligroso del que todas participaban. La
narración da el salto temporal a 1981, plena transición, nuevas esperanzas y
cinco vidas que han desembocado en derroteros muy dispares. Una de las chicas
es una famosa escritora de libros de recetas que está a punto de abrir un
restaurante y a quien su hermana gemela (otra de las niñas del grupo) propone
como punto de encuentro para celebrar esa cena más de treinta años después.
Conocemos una a una a las comensales de la esperada cena, las queremos, las
odiamos, las entendemos y sobre todo queremos seguir sabiendo más sobre lo que
fue de ellas en esos años intermedios. Cómo la culpa mueve más montañas que el
amor y cómo el amor puede que nunca llegue a ser suficiente. ¿Cuál es el
verdadero fin de esos cara a cara? El
retrato temporal pasa y se le saluda, pero para mí no es el verdadero logro de Media
Vida. Lo es la historia y sus giros, los personajes y la narración de
sus sentimientos. La introspección profunda, los diálogos en su punto, justo
como debe comerse la buena carne. El ambiente que genera la autora creo que es
la clave para que guste y enganche, para que no queramos cerrar sus páginas sin
saber algo más y otro poco más. Me parece especialmente recomendable para
lectores que no tienen tiempo que perder. Se lee fácil y rápido a la vez que
toca la fibra que todos queremos que nos sea tocada con una buena novela. Media
vida hará las delicias de todo aquel o aquella que quiera disfrutar de
una buena historia contada como merecen las buenas historias.
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